En las calles de Cochabamba, la tercera ciudad más grande de Bolivia, algo está cambiando. En el bullicioso centro comercial, los cajeros automáticos ya no solo dispensan billetes: ahora transforman monedas en Bitcoin. En las peluquerías, te ofrecen un descuento si pagas con criptomonedas, y hasta en los restaurantes de comida rápida puedes usar tu cuenta de Binance para pedir un pollo frito. No es una moda de jóvenes modernos, sino una respuesta a una crisis económica que tiene a Bolivia contra las cuerdas.
El país está en apuros. No hay dólares en los bancos, la inflación está por las nubes, la más alta en 40 años, y conseguir gasolina es una odisea que implica horas de espera en filas interminables. El boliviano, vale cada vez menos. En el mercado negro, necesitas más de 16 bolivianos para comprar un dólar, aunque el gobierno insista en que el tipo de cambio oficial sigue siendo 6.9. La verdad es que ese número ya no significa nada para la mayoría.
Por eso, muchos en Cochabamba están mirando hacia las criptomonedas. Bitcoin, Tether, y plataformas como Binance se han vuelto una especie de salvavidas para quienes quieren proteger sus ahorros. Hasta hace poco, las criptomonedas estaban prohibidas en Bolivia, pero las cosas han cambiado. El Banco Central dice que en octubre pasado se movieron 24 millones de dólares en activos digitales, y la gente que sabe de esto asegura que esa cifra ha crecido mucho desde entonces. “Bolivia ahora es comparable a países como Argentina y Venezuela”, dijo Mauricio Torrelio, un experto sobre blockchain en Bolivia.
José Gabriel Espinoza, que antes dirigía el Banco Central, calcula que las transacciones diarias con Tether, una moneda digital que vale lo mismo que un dólar, rondan los $600,000 dólares. Parece mucho, pero es una gota en el océano comparado con los 18 o 22 millones que mueve el sistema bancario formal, o los 12 a 14 millones que circulan en el mercado negro de efectivo. «Si bien las criptomonedas están creciendo, todavía son un mercado incipiente», explicó Espinoza.
En Cochabamba, hay restaurantes de carnes como Steakhouse Bros donde los clientes pagan con Binance o sacan Bitcoin de un cajero automático conectado a Blink, una billetera digital que viene desde El Salvador, donde usaban Bitcoin como moneda oficial. Pablo Unzueta, el dueño del restaurante, contó a Reuters que no hay dólares en los bancos: «Si vas a los bancos hoy, no tienen dólares» y «Pagar un pollo con bitcoin o ahorrar en bitcoin es lo más innovador y prometedor que puede hacer una ciudad como Cochabamba», aseguró.
Carla Jones, que tiene un spa en Bolivia, explicó que da descuentos a quienes pagan con criptomonedas. «Si compras tres sesiones de bronceado, obtienes un descuento si pagas con Bitcoin», dijo. «Es una forma de mantener mi dinero seguro y también de intentar aumentar mi patrimonio», confesó.
Pero no todos están tan contentos. Algunos expertos dicen que esto no es un signo de progreso, sino de desesperación. Bolivia está en su peor crisis en décadas. Ya no producen tanto gas como antes, y ahora gastan fortunas importando combustible, lo que los deja sin dólares. Eso ha creado un mercado negro donde el dólar se dispara. Mientras tanto, el gobierno sigue con su tipo de cambio oficial, que es como un espejismo.
Paolo Ardoino, el jefe de Tether, subió fotos a redes sociales mostrando cómo en Santa Cruz se pueden comprar gafas o galletas con su moneda digital. «Un cambio revolucionario silencioso: los dólares digitales impulsan la vida cotidiana, el comercio y la estabilidad económica», dijo en X.
Aún así, en Cochabamba hay quienes no pierden la fe. Andree Canelas, un joven de 35 años que instala cajeros de criptomonedas en tiendas y cafés, dijo: “Cada vez más gente ha comprendido que si ahorran bolivianos y los guardan en sus cajas durante demasiado tiempo, van a perder poder adquisitivo”.
Para él, y para muchos otros, las criptomonedas son una luz de esperanza en un momento oscuro, una forma de escapar de un sistema que se tambalea y de soñar con un futuro donde el dinero no se desvanezca en tus manos.
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